El presidente Jair Bolsonaro envió un mensaje de pascuas, por cadena nacional, a todos los brasileños. Pero distante de cumplir con lo que se había anticipado, de un pronunciamiento tranquilizador, el jefe de Estado insistió en cuestionar la cuarentena como medio para combatir el Covid-19. Fue a las 20,30 de este miércoles, cuando reivindicó la libertad de ir y venir de las personas, especialmente aquellas que "precisan trabajar para comer".

Mas sorprendente fue la frase en la que acusó a los gobernadores de no haber intercambiado con el gobierno federal. "Muchas medidas de aislamiento son de responsabilidad exclusiva de los gobernadores. Y mi gobierno no fue consultado sobre la amplitud". Añadió: "Tengo certeza que la gran mayoría quiere volver a trabajar.

También declaró: "Todos los ministros deben estar sintonizados conmigo". Dijo esto luego de haber defendido el uso de la hidrocloroquina, un asunto que estuvo en el medio de la polémica con el ministro de Salud Luiz Henrique Mandetta, para quien el uso de la sustancia solo es posible después de probados sus resultados científicamente.

Bolsonaro y Mandetta habían firmado un armisticio por la mañana de este miércoles, luego de un conflicto que hizo temblar la estructura del propio gobierno. La realidad pareció imponerse sobre la ira, los celos, los protagonismos y la soberbia que merodearon la disputa.

Al finalizar el encuentro matutino, Mandetta reconoció que la cita había sido "muy tranquila" y que conversaron con el presidente sobre la infraestructura hospitalaria, necesaria para atender un crecimiento exponencial de los casos. Después de esa cita, Bolsonaro grabó el mensaje para salir en cadena.

Quienes colaboraron en el video, habían afirmado que el presidente pondría énfasis en la necesidad de "unión de los brasileños" para enfrentar el Coronavirus. Esa frase no apareció en su discurso.

La tensión en el Palacio del Planalto tuvo su pico el lunes último. Pero ya estaba perfilada el domingo, cuando el presidente brasileño dijo que tenía "la lapicera" para echar a Mandetta de inmediato. Las presiones del "ala militar", representada por cuatro generales-ministros, más las advertencias del Congreso convencieron al gobernante que debía apaciguarse.

Estos le indicaron que la salida del ministro de Salud en el pico de la crisis epidémica podría "llevar a una situación descontrolada".

Políticos y uniformados tenían sus razones para temer "un riesgo" sin retorno. Los datos de este miércoles muestran que Brasil ya llegó a la barrera de los 16.000 casos y, de ahora hasta fines de mayo y tal vez mediados de junio, se prevé un aumento imposible de paliar. Las muertes totalizaron 800 personas, lo que representa 5% del total brasileños infectados.

Fuente: La politica online


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