Mientras en el hemisferio norte el verano se acerca y el invierno acecha al hemisferio sur, los países europeos que fueron el epicentro de la difusión de la pandemia del coronavirus comienzan a dejar atrás meses de confinamiento: un grupo de escritores argentinos radicados en Europa, entre los que se cuentan Patricio Pron, Ariana Harwicz, Laura Alcoba y Andrés Neuman, ofrecen testimonio acerca de cómo es esta “nueva normalidad”, qué actividades volvieron a funcionar y, sobre todo, cuáles son las que siguen sin regresar.

Nadie quedó exento de la amenaza del virus y la vida cotidiana y las costumbres sufrieron profundos cambios en cada uno de estos países. ¿Pero cómo es volver a la rutina de todos los días? ¿Hay actividades que se ven más afectadas que otras? ¿Y cómo golpea específicamente este cambio de hábitos a la vida cultural?

Un grupo de escritores argentinos ofrecen su testimonio desde lugares como París y Madrid: hablan de sentimientos encontrados y ciudades que han perdido muchas de sus atracciones y características distintivas.

Autora de libros como “La casa de los conejos” y “La danza de la araña” nació en la Argentina en 1968 y viajó a Francia con sus padres en 1979; desde entonces está radicada en París, donde ha publicado toda su obra.

“En París se vive un desconfinamiento muy relativo -adelanta Laura Alcoba- Los grandes espacios culturales siguen cerrados, como los cafés, los restaurantes, los parques. A pesar de que la epidemia se está calmando, de que las contaminaciones no son tan numerosas como hace dos meses (el peor momento aquí fueron los primeros días de abril), tengo la impresión de vivir en un París sin París, sin todo lo que le da sentido a esta ciudad”.

Alcoba cuenta que “por fin los habitantes de la ciudad empiezan a salir por las calles y se ve gente paseando. Yo también lo hago, después de haber respetado un confinamiento muy estricto durante dos meses. Pero todos parecen buscar por las calles un París que sigue sin estar. No imaginaba que esto duraría tanto”.

Ariana Harwicz nació en Buenos Aires en 1977 y es uno de los nombres más destacados de la narrativa argentina contemporánea. Es autora de las novelas “Precoz”, “La débil mental” y “Degenerado”, y también de “Matate amor”, cuya adaptación ha devenido en un éxito teatral.

Ariana Harwicz está radicada en Francia desde 2007 y ofrece una mirada de desaliento con respecto al retorno de las actividades culturales en París: “Luego de dos meses y medio de confinamiento y restricciones policiales y civiles todo parece volver a abrir al público, todos los consumos, salvo la cultura. Teatros, cines, conciertos, festivales, lecturas colectivas, presentaciones, coloquios, todo anulado, todo postergado, todo borrado del mapa”.

Sin embargo, como ante cada evento histórico de ribetes catastróficos, Harwicz advierte que hay actividades que parecen abrirse paso a la fuerza: “El arte y la cultura negados de manera legal se dan de manera clandestina: me contaron ayer que algunos bares hacen lecturas y tertulias en los sótanos, a espaldas de la policía que patrulla las calles”.

Patricio Pron nacido en Rosario en 1975, se fue de la Argentina para cursar estudios de filología románica en Alemania y en marzo de 2000 se radicó en España; desde entonces vive en Madrid y allí ha escrito más de una decena de libros entre los que figuran “El comienzo de la primavera” y “Mañana tendremos otros nombres”, que en 2019 obtuvo el Premio Alfaguara de Novela.

Patricio Pron dice que la “reapertura” en la capital española “está llena de contradicciones que son inevitables tras prácticamente tres meses encerrados: por una parte, hay un enorme terror al contagio entre muchas personas; por otra, hay un deseo muy grande de volver a la normalidad, incluso aunque se trate de una normalidad de mascarillas, precauciones extremas y restricciones. Y esas contradicciones se expresan en crispación, enfrentamientos entre las personas que aceptan las ‘normas’ y las que las transgreden, ascenso de la extrema derecha negacionista”.

Quien conozca Madrid sabe que la vida late en sus calles estrechas y paseos arbolados y que la gente se agolpa en bares y restaurantes. ¿Cómo ha cambiado todo esto? “El regreso gradual a las calles es incluso más tremendo que el confinamiento porque ofrece un panorama de ‘tierra arrasada’: locales cerrados, bares a medio gas o cerrados también, un exceso de policías en las calles”, describe Pron.

Y con respecto a la cultura, las cosas no parecen ser mejores: “No hubo ningún tipo de política de Estado de apoyo a la industria cultural, lo que significa que, de momento, no hay prácticamente nada de actividad, excepto una avalancha de novedades editoriales concebidas para ‘llenar el hueco’ y librerías acogotadas entre la exigencia de adecuarse a las normativas y la imposibilidad de hacerlo si no es con una inversión importante para la que carecen de apoyo”.

“Mientras tanto, no hay cines, no hay teatros, los museos sólo abrirán a partir del 6 de junio, no hay conciertos ni se los espera y, en general, hay un enorme esfuerzo destinado a que todas estas cosas se hagan en el ámbito virtual. Pero algunos de nosotros no creemos que sea posible hacer algo de mediano interés en ese ámbito así que nos abstenemos, a la espera del regreso de una actividad cultural a la que no estamos dispuestos a renunciar”, concluye Pron.


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