Paul Baxter jamás imaginó que su tos interminable y los malestares constantes que lo llevaron al médico escondían una historia insólita. Un misterio. El hombre de 50 años, cartero británico de Preston, había llevado una vida aparentemente normal.
Había sido fumador por muchos años y había superado enfermedades respiratorias como la neumonía. Sin embargo, algo extraño ocurría dentro de su pecho. Algo que, después de cuatro décadas, sorprendería a los médicos, a su familia y a él mismo.
Una visita al médico y el temor a un posible cáncer de pulmón dieron inicio su relato que se viralizó. La tos no cesaba y el malestar no lo dejaba descansar. Cuando decidió ir a la clínica, el diagnóstico preliminar fue aterrador: una masa en su pulmón derecho indicaba una posible tumoración maligna.
Las imágenes de rayos X no dejaban espacio para la duda. Paul había fumado durante más de 20 años y los síntomas coincidían con los de un cáncer pulmonar avanzado. La noticia cayó como un balde de agua fría.
El hombre fue sometido a un procedimiento conocido como broncoscopia, una exploración de las vías respiratorias en busca de la misteriosa masa. Lo que nadie esperaba encontrar era un objeto diminuto, que llevaba tanto tiempo dentro del pulmón que hasta parecía formar parte de él. Los médicos observaron en la pantalla algo pequeño, de color mostaza, que se había alojado en los recovecos de sus vías respiratorias.
Las imágenes fueron esclarecedoras: un pequeño cono de tráfico. Se trata de un juguete que había sido inhalado por Baxter cuando tenía siete años y, por alguna razón, permaneció oculto y encapsulado en su pulmón hasta el día de la broncoscopia. Nadie entendía cómo había llegado hasta ahí ni cómo pudo haber permanecido por cuatro décadas sin causar problemas de salud.
Todos se echaron a reír. El ambiente en la sala de operaciones se tornó en surrealista. El cono, de un centímetro de longitud, había estado en el último lugar donde cualquiera podría haber buscado. Baxter inmediatamente recordó los juegos de su infancia. Tenía un set de tráfico a los siete años. Solía meterse las piezas a la boca. Pero no recordaba haber aspirado o tragado una.
El caso parecía imposible. ¿Cómo había sobrevivido Paul todo este tiempo sin sufrir problemas graves de salud? Los médicos, perplejos, teorizaron que la aspiración ocurrió a una edad tan temprana que el cuerpo fue capaz de adaptarse al objeto extraño.
El pulmón remodeló las vías respiratorias alrededor del cono, encapsulándolo y evitando que causara daño hasta que la tos crónica y el malestar general lo sacaron a la luz.
La extracción del cono fue sencilla. Con ayuda de unas pinzas especiales para biopsia, los médicos retiraron el juguete. Durante 40 años, el cono se había incrustado en la mucosa del pulmón, al punto que el cuerpo lo había rodeado con una especie de capa protectora.
El procedimiento no dejó secuelas y semanas después de la intervención, la tos de Paul había desaparecido casi por completo. Sus problemas respiratorios, que lo atormentaron durante tanto tiempo, se esfumaron con la misma rapidez con la que había salido el cono de sus pulmones.
El hombre decidió conservar el juguete como una especie de trofeo, un símbolo de una historia tan absurda como real. Lo mantendría dentro de un frasco, protegido, para mostrarlo a sus hijos y nietos. Nadie en su familia había sospechado que un objeto tan pequeño podría causar tantos problemas y, a la vez, convertirse en protagonista de una de las anécdotas más surrealistas de sus vidas.
Desde el Royal Preston Hospital, donde se realizó la intervención, los especialistas advirtieron sobre los riesgos de dejar pasar este tipo de incidentes.
Aunque la mayoría de las veces un objeto extraño se expulsa naturalmente del cuerpo, inhalar algo por la tráquea puede provocar complicaciones como neumonía, irritación o infecciones. En el caso de Baxter, el plástico inofensivo y la rápida adaptación de su cuerpo permitieron que esta historia terminara con un final feliz y, sobre todo, inusual.
Fuente: Infobae