La enfermedad o el ingreso de un papa en un hospital siempre genera ciertas dosis de inquietud, interés y rumores de Cónclave. ¿Cuál es su enfermedad? ¿Qué pasará en los próximos días? ¿Se recuperará pronto? ¿En qué condiciones? Si muere, ¿qué sucederá? ¿Cuál será el futuro de la iglesia en estos tiempos de polarización y cuál sería el legado de Francisco? ¿Quién será el próximo papa? Y sobre todo, ¿qué esperar de ese nuevo y desconocido pontífice salido de entre decenas de cardenales anónimos para el gran público?
El papa Francisco sigue crítico, pero con carácter “estacionario”, es decir, estable dentro de la gravedad. Según el parte médico de esta mañana, ha pasado una noche tranquila y sigue descansando. Sin embargo, aunque nadie se arriesga a vaticinar qué pasará en los próximos días, parece que el pontífice argentino ha recuperado una cierta estabilidad desde que sufriera esa crisis respiratoria aguda y la insuficiencia renal el pasado fin de semana, y ha retomado una leve “actividad laboral”, tal y como anunció el Vaticano a última hora de la tarde del martes.
A las incertidumbres por el estado de salud y el sufrimiento del guía espiritual de todos los católicos en la tierra, se le suma además en estos últimos tiempos una duda sobre una posibilidad que no se había tomado en consideración desde hace 600 años-cuando en 1294 lo hizo Celestino V-: ¿renunciará? ¿Hará lo mismo que su predecesor, Benedicto XVI, y se irá para que se elija un ‘nuevo papa’ antes de su muerte o decidirá morir en el cargo?
Francisco, que ahora tiene 88 años, ya anunció hace tiempo que la renuncia era una “puerta abierta” a la que por ahora no había querido llamar y en 2022 las crónicas vaticanas recogen que él mismo explicó haber firmado al inicio de su papado una carta de dimisión en caso de “incapacidad médica” que había entregado al Secretario de Estado.
Lo cierto es que en una institución acostumbrada a usar como unidad de medida habitual la eternidad, la renuncia del papa Benedicto XVI podría considerarse casi como una anécdota, pero en el Vaticano las acciones, palabras y los tiempos cuentan con un peso específico una vez pronunciadas.
El propio Francisco bromeaba sobre esto durante su primer ingreso en 2021, cuando al terminar su convalecencia afirmó que “cada vez que un papa se enferma, hay siempre un viento o un huracán de Cónclave”. Acto seguido se quejaba de todas las teorías alrededor de su estado de salud: “¡De verdad que no sé de dónde han sacado que voy a presentar mis dimisiones! No se me ha pasado por la cabeza”.
En los alrededores del Vaticano, en los restaurantes y bares aledaños a la Via della Conciliazione y la Piazza San Pietro, no se habla de otra cosa. La salud del papa monopoliza las conversaciones de los romanos, que comentan por las mañanas el parte clínico con la seguridad de un experto neumólogo y se atreven a elaborar un diagnóstico propio.
Expertos y vaticanistas analizan cada día las escuetas líneas del comunicado de la Santa Sede y cada palabra elegida o acción mencionada en los boletines aporta información, como, por ejemplo, el hecho de que el papa se reuniera el lunes por la tarde con su número dos en el hospital y anunciara la celebración de un consistorio - una reunión formal del Colegio Cardenalicio, convocada y presidida por el Papa, para deliberar sobre asuntos importantes relacionados con la Iglesia-.
Fuente: Ámbito