Las declaraciones realizadas por la autora de la saga Harry Potter, no han dejado indiferentes a los fanáticos de la franquicia, de modo que una parte importante de estos se ha levantado para expresar rechazo a estos dichos. Así, por ejemplo, MuggleNet y The Leaky Cauldron (dos de las comunidades de fanes más grandes de internet) se han pronunciado públicamente para expresar que ya no utilizarán la imagen de la autora y que, incluso, dejarán de escribir su nombre completo, reemplazándolo por las iniciales JKR. Este debate se desplazará también hacia otras plataformas y redes sociales y superará los límites de Internet.

En distintos grupos aislados, surge la necesidad de pronunciarse respecto a la polémica a través de manifestaciones públicas que no solo rechacen la ideología de la escritora, sino que además den cuenta de una postura valórica clara en contra de la transfobia. En la red de TikTok, durante el año 2020, dicha necesidad derivó en el surgimiento de videos individuales en los que lectores de Harry Potter muestran distintas intervenciones materiales que realizaron en sus libros con el objetivo de tachar, tapar o borrar el nombre de la autora.

Como base de todas estas intervenciones lectoras encontramos la censura del nombre de la autora, en el que este se tapa o se borra a través de distintos métodos. Ya sea con tinta, papel, pintura, cintas de colores u otros, los lectores buscan ocultar el nombre como un modo de negar la autoría de la obra debido a las connotaciones negativas que ha adquirido.

En la mitad de los casos, la finalidad de las marcas es la censura en sí misma, es decir, están orientadas únicamente a eliminar el nombre. En la otra mitad, en cambio, el tachado es un complemento extra, un paso previo para llevar a cabo un gesto de censura aún más importante: el reemplazo del nombre. Así, hallamos ocasiones en las que los lectores han decidido voluntariamente adjudicar la autoría a terceros, como un modo de ensalzar otras figuras cuyos lineamientos ideológicos están en armonía con los del lector y con las expectativas que posee sobre el libro. Ya no basta con censurar, hace falta reescribir.

Los nombres escogidos apuntan a distintas líneas y no siempre parecieran tener relación con la polémica. De esta forma, encontramos, en primer lugar, nombres asociados a la franquicia en cualquiera de sus aristas. En ellos, es usual hallar personajes queridos de los libros, como Hagrid, Dobby, Lupin y Gilderoy Lockhart. Junto con ellos, aparecen también nombres de personas reales que en el imaginario popular están asociados a la saga: actores de las películas, especialmente aquellos que se han caracterizado por ser referentes activos del movimiento feminista –como Emma Watson– o quienes se pronunciaron públicamente después de la polémica para rechazar los dichos de la autora y defender los derechos trans y LGTBQIA+ –como Daniel Radcliffe–, pero también de figuras femeninas importantes.

En algunos casos, la elección entre personajes o actores se da de manera diferenciada, de modo que hay lectores que incorporan solo personajes o solo actores, que pueden ser distintos en cada ejemplar o repetirse para ensalzar un único nombre. En otras, sin embargo, el ejercicio se da en conjunto, de modo que, incluso, en un mismo ejemplar puede aparecer el nombre de un personaje ficticio y une actor real, adjudicándole una autoría múltiple a la obra. En ambas situaciones lo que parece priorizarse en la censura es la identificación con la franquicia, el mundo de Harry Potter al que no se desea dejar ir, pese a las posturas de la autora. Ligado a ello se encuentra también el reemplazo del nombre por Starkid, productora que ha realizado el musical paródico A Very Potter Musical (2009) y que hoy cuenta con un estatus de culto.

En segundo lugar, nos encontramos sustituciones que no se relacionan con la saga Harry Potter, sino con la causa generada por la polémica. De esta forma, los nombres escogidos se orientan a levantar figuras importantes dentro de la comunidad trans y el movimiento feminista, a veces indistintamente. A diferencia del caso anterior, el objetivo principal de estas intervenciones no es reafirmar la saga pese a los dichos de la autora, sino, más bien, demostrar una postura ideológica frente a ellos. De este modo, estas intervenciones se destacarán por ir acompañadas en los videos de consignas que explicitan sus intenciones políticas.

Así, por ejemplo, al comienzo del video del usuario conocido como @.maya.pinion se puede leer: “Replacing jk with actual feminist part 4″ (“Reemplazando a JK con una feminista real parte 4″) seguido de lo cual cambia el nombre de la autora por el de Ruth Bader Ginburg, jueza estadounidense que luchó por la igualdad de género. De igual forma, la usuaria @erthalpwk acompaña su video con la descripción “JK ROWLING IS NOT A REAL FEMINIST” (JK Rowling no es una verdadera feminista) y reemplaza a la autora con los nombres de distintos íconos trans –como Marsha P. Jhonson– o figuras públicas feministas. Además de ello, incorpora en la caja de la colección una consigna a favor de los derechos trans.

En tercer lugar, encontramos los reemplazos que no poseen relación aparente con la saga ni la causa trans y/o feminista. Entre ellos se encuentran tanto nombres de personas reales arraigadas en el imaginario de la cultura popular –como Britney Spears y Danny Devito– como personajes ficticios de otras franquicias –como Miku, la famosa cantante virtual de Vocaloid–. Junto con ellos, también es posible encontrar intervenciones lectoras en las que el nombre es tapado con frases o palabras aleatorias. Tanto en este como en el caso anterior, el propósito de los reemplazos no se orienta necesariamente a adjudicar la autoría a una figura relevante al contexto, de modo que, más que tener connotaciones políticas, estos parecieran incorporarse a una dinámica en la que la censura es vista también como un juego abierto a posibilidades lúdicas y creativas.

También encontramos un cuarto tipo de sustitución del nombre en el que el reemplazo se orienta a recalcar la falta de autoría de la obra. En estas intervenciones no basta con el simple tachado o tapado del nombre y la reescritura se transforma en un gesto en sí mismo, un modo de señalar una nueva anonimidad escogida por los lectores como consecuencia de la desilusión ante la autora.

Algunas marcas de censura se realizan con el objetivo de emitir una posición política e ideológica clara. Aquí el mensaje ideológico pasa a constituir el centro de la marca censora, como un modo de pronunciarse en contra de los comentarios de la autora y a favor de las disidencias de género y sexuales. De este modo, nos encontramos con ejemplares en los que la censura se ha llevado a cabo mediante banderas LGTBQIA+ (principalmente la trans), a las que además se suman los lemas políticos más importantes del último tiempo –como “Black lives maters” y “Trans rights.

Las marcas censoras en Harry Potter son, antes que nada, un ejercicio de denuncia individual, pese a que terminarán por colectivizarse al introducirse en la web. Más que borrar de la historia el nombre de la autora, lo que esta censura busca es permitir la apropiación personal de la obra, de modo que se transforma en una herramienta de reapropiación a partir de la cual se defiende la saga pese a la escritora y se reclama simbólicamente la propiedad de esta: ya no es de quien la escribió, ahora pertenece a sus lectores.

Fuente: Infobae


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