Analía Neli decidió seguir adelante con su proyecto de formar una familia más allá de su estado civil. Tras esperar 15 años, finalmente conoció a Lucía, de 5, y Julieta, de 2. Desde entonces, no se separaron más.

El camino no fue fácil ni rápido ni lineal. Pero Analía Neli, una bioquímica que vive en Lanús, no se rindió. Su deseo de formar una familia fue el sostén que le permitió soportar la burocracia judicial y los desencuentros en su vida personal.

En 2004, inició los trámites de adopción junto a su marido, ya que los tratamientos de fertilización asistida no daban resultado. Sin embargo, en 2013 su escenario cambió: se divorció. En su cabeza, las dudas se multiplicaban. "¿Y ahora qué hago?", se preguntó ante la disyuntiva de seguir con su proyecto sola o bajar los brazos. La respuesta no tardó en llegar y decidió adoptar a dos hermanitas, Lucía de 5 años y Julieta de 2.

Analía nunca se imaginó que iba a ser mamá soltera. Cuando se enfrentó a esta nueva opción, el miedo la hizo reflexionar sobre si era una buena idea. "Yo pensaba que iba a tener una familia estructurada, pero no me arrepiento para nada de lo que hice".

Una vez que se separó de su pareja, siguió el expediente por su cuenta y aclaró que solo iba a adoptar a un nene. En ese momento, creía que si se hacía cargo de más chicos, no iba a poder. "No me sentía capacitada", recalcó.

En 2015, un error administrativo agilizaría los trámites. "Yo tuve un problema con mi DNI, porque mi partida de nacimiento estaba mal inscripta. Al acercarme al juzgado para hacer ese cambio, vieron que estaba mi carpeta", recordó. A los pocos meses, la llamaron por una nena de tres años. "Enseguida dije que sí. Sentí una emoción terrible. Aunque me dijeron que lo pensara y les contestara en una semana, cuando salí de la oficina no lo dudé. No hacía falta pensarlo mucho", agregó.

Así fue como conoció a Lucía, que vivía desde hacía un año y medio en un hogar después de que le quitaran la tutela a su mamá biológica. De a poco, inició el proceso de vinculación y la empezó a visitar. "Durante un mes, fui a merendar con ella. La notaba muy feliz, pero las despedidas eran duras. Cuando me iba, se largaba a llorar", comentó sobre esa primera etapa en su relación.

El siguiente paso fue mostrarle a la nena su propio mundo. La Justicia le dio permiso a Analía para llevarla a su casa a pasar los fines de semana. Ya en esa instancia, Lucía conoció a la familia de la bioquímica, a sus perros, sus amigos.

La palabra mágica, que confirmaría la fortaleza del vínculo, llegó rápido: "Al poquito tiempo, me empezó a decir mamá". A partir de ese momento, todo se precipitó, Lucía se mudó a compartir la vida con Analía.

Un día el teléfono volvió a sonar. Desde el juzgado le hicieron una nueva propuesta: adoptar a Julieta, la hermana de Lucía. "Cuando me avisaron, ella tenía dos meses", detalló. Una vez más, sus planes originales se modificaban.

Aunque ella creía que iba a demandar mucho la crianza de dos hijas, aceptó. El envión estuvo respaldado por la ayuda de sus familiares y amigos. En agosto le dieron la adopción definitiva de Lucía. Mientras tanto, continúa con los trámites para tener el mismo resultado con Julieta, que ya tiene dos años.

"Soy sumamente feliz con ellas. Al final, salió todo bien y ya nos amoldamos a estar las tres juntas", explicó a TN.com.ar. El camino no fue lineal, pero Analía siempre priorizó su deseo de ser madre. Finalmente, lo logró. "Siempre me dicen que yo les salvé la vida, pero ellas me la salvaron a mí. Me volvieron a dar vida, me revolucionaron todo", concluyó.


COMPARTIR