ay un grito de guerra que une las gargantas en Núñez y define el presente que se vive hace más de cinco años. El "Muñeeeco, Muñeeeco" es la canción que más fuerte retumba por estos días en el Monumental.

La muestra absoluta del sentimiento que envuelve al mundo River: puede ganar, empatar o perder, pero es muy difícil que los hinchas no vean a un equipo competitivo, ambicioso y decidido. Mucho más si se trata de una noche de Copa Libertadores, esas que ya se volvieron una suerte de ritual de la mano de Marcelo Gallardo. Y esta noche volvió a suceder, con una victoria por 2-0 ante Cerro Porteño en la ida de los cuartos de final, que no llegó a marcar por completo la diferencia que hubo en el terreno de juego.

Es que, paradójicamente, la supremacía futbolística no se tradujo en una sucesión de goles, tal como había sucedido en los triunfos previos de Superliga ante Lanús por 3-0 y frente a Racing por 6-1. Así, logró la ventaja a través de un penal correctamente sancionado en cada tiempo (marcaron Nacho Fernández y Rafael Borré), aunque el fiel reflejo de su ideología quedó sellado tras el 2-0: Cerro Porteño sacó del medio y la posesión de la pelota le duró solo cuatro toques, asfixiado por un River que se posicionaba y presionaba alto como si estuviese en desventaja por dos goles. Así es el equipo de Gallardo.

Pese a que pudo ser mayor, la ventaja de dos goles le da aire y tranquilidad para afrontar la vuelta en Asunción del próximo jueves. Y principalmente le permite seguir afirmando su nivel de juego, ya que son variadas las virtudes colectivas que propuso y expuso ante un endeble equipo paraguayo: intensidad constante, defensa compacta en pocos metros, presión alta para recuperar rápido la pelota en campo rival, lucidez para construir juego, precisión en velocidad al atacar en tres cuartos de cancha, apertura de bandas con los laterales para lastimar por afuera y la clásica voracidad de sus mediocampistas y delanteros.

Con Enzo Pérez como dueño del eje de la cancha, más Nacho Fernández y Nicolás De La Cruz como banderas de la elaboración y el desequilibrio, generó tres situaciones de riesgo en los primeros once minutos de juego: el penal de Joaquín Larrivey a De La Cruz (vía VAR) que Nacho Fernández cambió por gol; un clarísimo mano a mano que Juan Pablo Carrizo le tapó a Matías Suárez; y un remate de Rafael Borré desde afuera del área que pasó muy cerca.

El Millonario no pudo marcar el 2-0 en la primera parte pese a ser muy superior y desnudar variadas falencias defensivas de un tímido Cerro Porteño que en varios tramos del juego sufrió para hacer pie en el Monumental. Quizás por eso se demoró más de 19 minutos para volver a jugar el complemento y el técnico Miguel Ángel Russo decidió sustituir a uno de los cuatro amonestados para minimizar los riesgos de una expulsión: Fernando Amorebieta dejó la cancha e ingresó Juan Camilo Saiz. Nada cambió: tan solo tuvo una situación de gol con un cabezazo desviado de Nelson Haedo Valdez.

Buscado y merecido, el segundo tanto llegó poco después del primer cuarto de hora del complemento y la jugada también definió a la perfección a este River: mala salida de Cerro tras un ataque millonario, presión alta de Casco para recuperar como si fuese volante central, pase filtrado con la precisión de un enganche y penal de Carrizo a Palacios, que luego Borré cambió por gol. "Olé, olé, olé, olé. Milton, Milton", celebró el público en una acción posterior de la gran figura de la noche. Ida y vuelta constante, sacrificio para defender y versatilidad para atacar, características de un jugador que es mucho más que un lateral izquierdo.

La noche pudo tener otro festejo extra y se sintió en el aire que quizás el 2-0 fue corto, pero el público ovacionó a los jugadores y se volvió a retirar con la certeza de que el equipo siempre tiene un poco más para dar. En los primeros siete partidos del semestre, luego de los primeros cuatro empates en fila, se llevó tres merecidos triunfos y acumula números prometedores: 13 goles a favor y dos en contra (en los empates 1-1 con Gimnasia de Mendoza por Copa Argentina y con Argentinos Juniors por Superliga), más cinco vallas invictas.

¿Qué vendrá ahora? Primero será el turno de Talleres el domingo, luego la revancha ante Cerro el jueves próximo en Asunción y finalmente el esperado duelo ante Boca del 1° de septiembre por la quinta fecha de la Superliga, que hasta puede llegar a ser el inicio de una nueva trilogía.

Es que la victoria de Boca en Quito por 3-0 no pasó inadvertida en Núñez y dejó la pregunta instalada: ¿se dará un nuevo capítulo del clásico copero? De concretarse, sería la quinta definición entre sí en cinco años, luego de las series de semifinales de Sudamericana 2014, octavos de final de Libertadores 2015 y final de Libertadores 2018, más la definición de la Supercopa Argentina 2017, que revolucionaron la historia moderna del superclásico y le dieron al equipo de Gallardo una fortalecida espalda a la hora de afrontar esta clase de partidos.

Morbo al margen, la presión anoche se depositó en River, que respondió con creces y dio un nuevo paso hacia adelante para pensar en una hipotética semifinal. Mientras tanto, sus hinchas disfrutan, celebran, sienten y viven el presente. Ya habrá tiempo para pensar en lo que puede llegar a venir.


COMPARTIR