Por Mariana Cayré

En entregas anteriores nos referimos muy brevemente a los cuentos tradicionales para tratar la cuestión de las versiones que ofrece el mercado. Si hemos de elegir uno de ellos para leerles a niños y niñas, la recomendación es siempre atender a la propuesta de dicha versión o adaptación. Debemos tener en cuenta que los cuentos de hadas tradicionales, o las historias sobre princesas y príncipes, no las inventó Disney.

Los hermanos Grimm, Perrault o Andersen, entre otros, son los que narran las mejores versiones, ya sean recopiladas o propias. Por lo tanto sería bueno tener en cuenta si el libro lleva el nombre de alguno de estos autores, si se trata de una traducción simplemente o una adaptación que mutila, recorta, y desvirtúa la historia para que quepa en cinco páginas o en los cánones de lo políticamente correcto“ bueno, y bello” actuales.

Sin embargo, en esta oportunidad, nos interesa recomendar un libro que tienen una propuesta diferente. Si bien retoma una de las versiones originales del cuento, la lectura que ofrecen las imágenes sugiere nuevas interpretaciones. Se trata de “Caperucita Roja (tal como se lo contaron a Jorge)” del autor argentino Luis Pescetti y el ilustrador O´Kiff.

Desde la voz del narrador, que es el padre de Jorge, se presenta la historia de Caperucita que ya conocemos, sin mayores cambios ni reversiones o subversiones. Las imágenes aparecerán en las páginas del libro en dos viñetas; la primera, resulta de la interpretación de la versión tradicional y “correcta” que relata el adulto.

En la segunda, el niño construye una aventura propia y casi opuesta, muy original en la que las diferencias (todas) están marcadas por la ilustración, en la indumentaria, y por los colores, tanto de los personajes como de los fondos.

Las representaciones del papá son en tonos sepia y las de Jorge en gamas fuertes. Por ejemplo, para el papá, Caperucita Roja responde a la imagen tradicional de las ilustraciones de los cuentos de hadas infantiles en los que la niña, con una hermosa cabellera rubia, responde a todos los estereotipos de belleza que no diferencian el rostro de una niña del de una mujer.

Sin embargo Jorge se la representa desde una estética más moderna, de fuerte colores y toda roja porque, ¿qué niño que no haya escuchado la historia previamente sabe lo que es una caperuza? O bien, para el padre el cazador, que rescata a Caperucita del lobo, se parece a Robin Hood (estampa clásica del cazador del relato de los hermanos Grimm) y su arma es un cuchillo. Para el niño, el héroe tiene el rostro del padre, el traje de Superman y un arma.

Los peinados, de la mamá y de la abuela, la comida que lleva Caperucita y el bosque, evidencian las distintas épocas donde supuestamente transcurre lo dicho. 

Estas diferencian ponen de manifiesto los imaginarios y las representaciones de cada lector y evidencian la distancia entre los dos mundos (el del adulto y el del niño), con características antagónicas. Claro que cada una de esas interpretaciones está atravesada por la intertextualidad de los lectores y los estereotipos de cada época.

El resultado: una propuesta diferente y un libro muy divertido que pueden disfrutar tanto las niñas y los niños, como los mayores que lo leen.


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