
Durante años, Marcelo Tissembaum fue una voz reconocida en los medios chaqueños, un periodista querido, respetado y lúcido, que sin embargo batallaba en silencio contra un enemigo que lo consumía por dentro.
En una charla sincera, honesta y profundamente humana en El Resumen de Natagalá, habló del proceso que lo llevó a tocar fondo y a renacer: su recuperación de las adicciones. “Hasta hace poco yo me definía como el que nunca terminaba nada dice, pero hace semanas terminé el tratamiento más importante de mi vida: el de mis adicciones”.
Tissembaum cuenta que su consumo empezó como algo social, como una forma de pertenecer. “Empecé a tomar alcohol para no sentirme de menos”, recuerda. Con el tiempo, ese hábito se volvió un refugio y luego una prisión.
“Me inventé un personaje, el del rebelde, el que vive rápido y muere joven. Pero en el fondo era una hoja temblando. No tenía nada de fuerte, solo mucho miedo”.
A lo largo de los años, ese miedo lo fue llevando a distintas crisis hasta que su cuerpo le puso un límite: primero un infarto, y meses después, un ACV que lo dejó paralizado y lo obligó a detenerse. “Ahí entendí que había llegado al fondo y que tenía que elegir entre vivir o morir”.
Su recuperación comenzó en un centro terapéutico llamado Darse Cuenta, donde aprendió que la adicción es una enfermedad crónica, pero controlable. “No se cura con pastillas, se cura con herramientas emocionales”, explica.
En ese proceso, dice, descubrió que el origen de su dolor estaba en la falta de amor propio. “Yo no me quería. Crecí sintiendo que todo lo que hacía estaba mal. Cuando logré empezar a quererme, entendí que ese era el verdadero tratamiento”, aseguró.
Hoy, Marcelo se define como “adicto recuperado” y decidió contar su historia públicamente. “Antes me daba vergüenza, ahora siento orgullo.
Si mi testimonio puede ayudar a que alguien se anime a buscar ayuda, entonces vale la pena”, afirma. Su relato no solo habla de enfermedad, sino también de resiliencia, de ternura, de la posibilidad de volver a empezar incluso cuando todo parece perdido.
“Hoy puedo decir que terminé algo”, cierra Marcelo, con una sonrisa serena.
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