Padres de niños con trastorno del espectro autista (TEA) denunciaron que tienen dificultades para encontrar un colegio para sus hijos. “Fui a 43 colegios, algunos me decían que no tenían vacante y otros, después de leer los informes de mi hijo, lo rechazaban. No entiendo cómo 43 colegios te cierran la puerta”.

“Los padres vamos a un promedio de 30 escuelas”, señaló Carolina Sierra, madre de un niño con TEA de 11 años, psicóloga especializada en TEA y voluntaria en la Fundación Brincar. “Cuando llega el diagnóstico, que por lo general es entre los 3 o 4 años, un buen pediatra te dice de ir a una escuela común, ya sea pública o privada, para que el niño no pierda la interacción social y trabaje en la comunicación, que es una gran barrera a la hora de continuar en un sistema educativo típico”, explicó a este medio.

Usan excusas para expulsar

Pereira contó que ella y su marido, Leandro, recibieron el diagnóstico de Vittorio cuando él tenía 3 años y ya estaba en una escuela de gestión privada del barrio de Villa Urquiza. “Como por ley no te pueden echar, te invitan a irte. Vittorio no estaba ni una hora y media en el colegio y me llamaban las maestras para que me lo llevara porque estaba aburrido o lloraba”, recordó.

A pesar de eso, Vittorio permaneció en la misma escuela en las salas de 3 y 4 años aunque ese período, agregó su madre, “fue caótico”. El niño disponía de una maestra integradora -gracias a la cobertura de la obra social-, pero no les permitían salir a patio para que Vittorio ejercitara su motricidad.

Tampoco permitieron que Pereira le mandara a su hijo la vianda especial que requería por su diagnóstico. “Era un colegio con muy poca voluntad, nadie supo entender las necesidades de Vitto -lamentó-. Ahí empezó mi camino en busca de un colegio inclusivo”.

La mentira de las vacantes para integración

Pereira y su marido visitaron instituciones privadas. “Es muy sencillo decirte que no hay vacante. En privados muy caros nos pasó que en la primera reunión nos vendían el colegio y, después de leer los informes, me decían que no tenían vacantes”, afirmó. Otros, agregó, le decían que “no tenían más vacantes para nenes integrados”, porque argumentaban que “sólo se permite que que haya dos niños con discapacidad por clase”.

“No existe artículo de la ley que indique el famoso ‘dos niños por sala’ -aseguró la psicóloga Sierra-. Pero la mayoría de las instituciones privadas se amparan en esta idea de que no haya más de dos o tres niños en sala con apoyo de una maestra integradora”.

En cambio, continuó Sierra, en la educación pública debe ser admitida cualquier persona, así tenga una discapacidad o no. “En teoría se nos abren las puertas, pero tampoco es tan así porque el sistema de inscripción es el mismo para cualquier niño”, señaló.

La integrante de Brincar explicó que las escuelas que les asignan “pueden estar lejos de mi casa” y las familias de niños con TEA “están tratando de probar cómo su hijo o hija puede permanecer en un ámbito que, en general, es enorme y donde comparten sala con un promedio de 30 alumnos, con la cantidad de estímulos que eso implica”.

Finalmente, Pereira y su marido decidieron mandar a Vittorio a un colegio estatal. “El Estado te da la vacante, pero te la da lejos. Incluso pensamos en mudarnos. Pero, ante la falta de opciones, decidimos mandarlo al que sea y la verdad es que en la escuela en la que hizo sala de 5 lo recibieron con las puertas abiertas”, contó la madre.

En las escuelas no hay herramientas para incluir

Las dificultades con el sistema educativo no terminaron ahí. Pereira señaló que Vittorio “no estaba cognitivamente preparado” para ingresar a primer grado. “(A partir de 2013) se sacó la posibilidad de repetir (primer grado) y eso a mí me mató. Hay nenes con autismo que tienen retraso madurativo, pero que con unos años más de changüí pueden llegar a hacer un buen primer grado. Yo lo peleé hasta con un amparo”, aseguró.

Según Sierra, es frecuente que esto suceda en las escuelas estatales porque “uno tiene que ir avanzando por edad cronológica”. “No dejan de ser niños que están en un ámbito educativo que no siempre se ajusta a las condiciones individualísimas de cada persona”, señaló. Aunque, matizó, “existen experiencias geniales” con directores y docentes de escuelas que trabajan por “la inclusión de personas con discapacidad en la escuela común”.

"No tienen herramientas para lidiar con algo diferente"

Hoy Vittorio asiste a una escuela especial y sus padres están felices porque, sostienen, su hijo “está donde tenía que estar”. “Pero la espina de que el sistema educativo no es inclusivo no te la saca nadie. No tienen herramientas para lidiar con algo que sea un poquito diferente”, dijo Pereira y aclaró que esta es “su experiencia personal”, que no todos los casos de niños con autismo son iguales.

“Yo hoy estoy feliz, pero no sé cuál sería el sistema (educativo) ideal - afirmó Pereira-. A mi hijo sus pares en la escuela (común) le aportaban muchísimo porque el autista aprende mucho por imitación. Esa es otra herramienta que el sistema le quitó”.

Por su parte, Sierra aconsejó a las familias, no sólo aquellas que tienen un niño con diagnóstico, sino todas las que tengan “cualquier tipo de desafío en el desarrollo” que “se asesoren, que consulten a grupos de familia, a fundaciones como Brincar , TGD Padres TEA o el grupo Artículo 24”. “Y que insistan, especialmente en los primeros años, para intentar ofrecerle a sus hijos las mismas oportunidades que cualquier otro chico”, afirmó.

Informe: Ludmila Ferrer.


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